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El Acuerdo de Paz debe ser más que las FARC

Con la sorpresiva desaparición del senador Hernández, conocido por su seudónimo como Jesús Santrich, pareciera que el Proceso de Paz sufre una nueva estocada, aunque esta vez, nacida de las mismas FARC. Lastimosamente, este hecho ha sido utilizado por los enemigos del Acuerdo para desplegar una retahíla de mentiras; sin embargo, es menester insistir en la necesidad de conocer qué se pactó y por qué lo acordado es clave para comenzar a modernizar el país y superar tantos años de violencia política. 

Para cualquier ciudadano que desee revisar el Acuerdo de Paz y que eche una mirada a la historia colombiana y la de las FARC-EP, evidentemente el Acuerdo sólo les benefició en el punto 2 o “participación política”, que básicamente acordaba que el Estado garantizaría la No Extradición de los desmovilizados siempre y cuando no delinquieran después del Acuerdo, y además de esto, daría garantías para el ejercicio de la oposición política en general, y especialmente a los nuevos movimientos que surgieran post acuerdo. 

Si revisamos los demás puntos, se trata de un programa que garantiza la superación de los principales problemas estructurales de Colombia, haciendo énfasis en lo agrario; de allí el punto 1 o “desarrollo agrario integral”, o el 4, que pretende dar “solución al problema de las drogas ilícitas”. Básicamente son dos puntos enfocados en modernizar el campo, asunto que cualquier estudioso en la materia considera fundamental en un país con potenciales agrícolas como el nuestro, pero que dedica sus mejores tierras al pasto para ganadería extensiva, o en su defecto, ni siquiera usa la tierra y más bien la tiene como medio para especular con precios. 

Otro punto importante es el de las Víctimas, el cual no sólo reconoció que en Colombia había un conflicto social armado, sino que los terceros afectados no son “daños colaterales”, como se diría en el mundo militar, sino que son víctimas. Las hay del Estado, el paramilitarismo y las guerrillas; y a diferencia de otras partes del mundo, aquí consideramos que debía haber “verdad, justicia y reparación”. Ahora bien, y en esto debemos ser racionales y no emocionales: la JEP o Justicia Especial para la Paz, es una Corte que debe velar por los derechos de las víctimas y de los acusados; lo que implica un debido proceso, unas etapas, unos momentos. Para dar un ejemplo, los jueces de Justicia y Paz, marco de justicia transicional que se utilizó para desmovilizar paramilitares y guerrillas en el 2006, aún hoy están escuchando versiones de los desmovilizados, están impartiendo sentencias y quedan en el tintero cientos de casos no juzgados. 

El Acuerdo de Paz no puede limitarse a las FARC, esto debemos tenerlo presente todas y todos los colombianos; más bien, es la oportunidad de modernizar el país a partir de una revisión y ajuste de la estructura agraria, política y social colombiana. Agraria porque tenemos que modernizar la producción agrícola, garantizar la propiedad privada y cerrar la frontera agrícola, con miras a una reducción de esta y una explotación intensiva. Es inaudito que Israel pueda explotar un desierto y en Colombia todavía esperemos a que llueva para regar los cultivos, o que nuestras cosechas se pierdan porque no hay vías. 

Por otra parte, debemos garantizar la participación política de todas las tendencias, finalmente una democracia funciona bien cuando la expresión popular se manifiesta en las calles y en las urnas. Si teme que el comunismo se tome el país, pues no vote por las FARC; para eso tenemos muchas otras opciones; ahora bien, en un caso hipotético en el que las FARC controlen el poder del Gobierno Nacional y Regional, pues debe entenderse como el resultado de su propuesta y eso es democracia. 

El Acuerdo es social, porque fortalece al Estado permitiendo identificar problemas no resueltos y abrir la posibilidad a una verdadera intervención profunda en las estructuras causantes de la desigualdad, la inseguridad y el atraso económico. Estamos a portas de superar las causas estructurales de la violencia y darnos la oportunidad de vivir en un país moderno; pero si seguimos pensando que lo acordado es beneficiar a las FARC, no sólo nos privamos de conocer otras formas de vida, sino que le damos razón a la insurgencia pues su levantamiento tiene unas raíces estructurales. 

Para quienes deseen conocer en profundidad el Acuerdo, recomiendo los siguientes links: 

Conozca el nuevo Acuerdo de paz  

¿Ni guerra ni paz en Colombia?

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