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Muertos por catapultas

La primera guerra biológica de que se tiene registro sucedió hacia el año 1346. Tras varios días de asedio, los invasores terminaron por cargar muertos en catapultas y lanzarlos por encima de los muros, la descomposición, y las enfermedades hicieron lo propio y terminaron por enfermar a los sitiados de la ciudad de Kaffa (actual Teodosia en Crimea). Más allá de los aborrecible de esto, la cuestión es que los muertos, en todo caso, eran catapultados, no catapultas; es decir, estos no lanzaban nada ni nadie hacia ningún lado. Ahora las cosas han cambiado y, así como las guerras biológicas son de otro calibre, también resulta que los muertos ya no son usados para lanzarse sino para lanzar ¡Quién lo creyera! 

Para la muestra, dos botones. El primero, Fabio Legarda, alma bendita. No solo ha terminado de catapultar, y nunca mejor dicho, la carrera de la que fuera su novia en vida, también ha hecho lo propio con una línea de ropa que han sacado su hermana con frases del joven occiso. No han perdido el tiempo desaprovechando la frescura de su legado, incluso se ha hablado de experiencias metafísicas y metamórficas: se aparece en sueños, como grillito o siendo una voz en medio de la bruma. 

El otro finado, que ha dado para más, si se quiere, es Luis Andrés Colmenares. No fue suficiente con que diera material infecto para la prensa y los noticieros durante más días que las jornadas de Israel en el desierto, hubo especiales, recreación de los hechos, entrevistas, debates públicos, memes y comentarios de todo tipo. Su asesinato, ese hecho críptico y manoseado hasta el hartazgo sin vergüenza ha tenido un nuevo renacer, Netflix ha producido una serie sobre los hechos (que aún son materia de investigación por parte de la fiscalía y sobre los cuales todavía se llevan a cabo procesos legales), misma que ha sido demandada por parte de la familia, como debe ser. 

Pero ahí no acaba todo, su propia familia, específicamente el hermano, cuyo nombre me niego a citar, resultó la víspera como candidato al Concejo de Bogotá, y digo que no quiero decir su nombre porque, en vista de las circunstancias, tanto el hermano con aspiraciones, como la hermana empresaria son justamente eso, «los hermanos del muerto», personas que se han hecho a una fama sórdida gracias a una tragedia que no se le desea a nadie y utilizan un sentimiento, una coyuntura y nada de talento para lograr cosas que, de no ser por esos difuntos, difícilmente hubieran logrado. 

Dentro de todo resulta baladí aterrarse, esa maña de pasar muertos por catapultas ha logrado, incluso, elegir presidentes ¿acaso no fuimos testigos de las palabras de un impúber Juan Manuel Galán al entonces desconocido César Gaviria? Quiero pedirle […], que en sus manos encomendamos las banderas de mi padre y que cuente con nuestro respaldo para que sea usted el Presidente que Colombia quería y necesitaba ¡Salve usted a Colombia! En Twitter: @k_amargo

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