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Por una resistencia social transformadora

Si bien, es normal sentir indignación con algunas discusiones nacionales como las generadas por la Minga, el Proceso de Paz con las FARC, los daños al medio ambiente, etc., es clave preguntarnos dos asuntos a saber: 1) ¿Por qué nos indigna algo? Esta pregunta la podemos formular sin importar si estamos de acuerdo o no, finalmente es el mismo sentimiento. 2) ¿Cómo algo que podría ser inadvertido se convirtió en un eje de nuestras discusiones cotidianas? En la anterior columna proponía una discusión en relación con las acciones colectivas y la recepción que éstas tienen en la sociedad civil; pero más allá de enunciar las acciones, me interesa reflexionar alrededor de su legitimidad ante la opinión pública, como también, el éxito de las mismas para alcanzar sus objetivos. 

Como es de esperarse, la indignación frente a un hecho está dado entre otras, por el conocimiento que tengamos del fenómeno social; como también, los intereses que defendemos y que surgen en el marco de experiencias personales adquiridas durante el paso por la escuela, la socialización familiar, el credo religioso que profesamos, los grupos sociales que frecuentamos, el capital cultural que tenemos, etc. No es que sea una camisa de fuerza, pero es un patrón; de allí que las posiciones liberales o conservadoras estén dadas por las trayectorias de vida de los individuos, lo que conlleva a que nuestras posiciones frente a los temas de polémica nacional estén cargados con subjetividades. 

Por otra parte, no todos los problemas sociales son´cuestiones sociales`, entendidas éstas como aquellos problemas que un grupo de clases, fracciones de clase, organizaciones, grupos sociales e incluso individuos con poder y capacidad de ´hacer algo`, asumen como bandera de lucha con el fin de que el Estado y la sociedad las problematicen. Lo interesante del asunto es que no todos los problemas son problematizados, por ello no son públicos; como tampoco, todos los problemas se resuelven a favor de los reclamantes. 

Así las cosas, ¿Cuáles son los problemas sociales que movilizan nuestros sentimientos a favor o en contra, cómo se están liderando ante la opinión pública y qué legitimidad tienen las acciones colectivas utilizadas para alcanzar la solidaridad y el triunfo de los objetivos? De acuerdo con Óscar Oszlak y Guillermo O`Donnell, dos importantes exponentes del pensamiento político contemporáneo en América latina, ninguna sociedad poseerá las capacidades para atendender omnímodamente a la lista de necesidades y demandas de sus intengrantes (Estado y políticas estatales en América Latina: hacia una estrategia de investigación, 2007. Ensayo que hace parte del libro “Lecturas sobre Estado y las políticas púlbicas: retomando el debate de ayer para fortalecer el actual); es por ello que sólo algunas de estas demandas son `problematizadas” (p. 564). 

Partiendo de esta consideración es clave comprender que las exposiciones de motivos lideradas por los grupos sociales en tensión con el Estado o con otros actores de la agenda pública, implican actualización e innovación de las estrategias para ser capaces movilizar la atención y la solidaridad popular. Aunque sé que es injusto con muchas ´cuestiones sociales`, haré referencia únicamente a tres casos que han sido el eje central de las noticias nacionales: la Minga, la protesta estudiantil y el proceso de paz con las FARC. Los tres grupos enunciados hacen parte de unas `cuestiones sociales´ puesto que los problemas que los moviliza son reconocidos públicamente por el Estado y los opositores. 

Los indígenas reclaman tierras para cultivar debido a que no pueden seguir depredando el bosque protegido, los estudiantes reclaman inversión pública en infraestructura, investigación y calidad, y las FARC reclaman la implementación de los Acuerdos hechos con el Estado. Sin embargo, la otra cara de la moneda nos dice que los indígenas tienen tierras y que subutilizan los predios muchas veces en menoscabo de otros grupos sociales como los campesinos; las universidades públicas pasan por una crisis administrativa en la que los recursos ya de por sí pocos, son mal utilizados; y el proceso de paz tiene que sortear la oposición legitimada en un mecanismo político consultivo más no vinculante, pero que se volvió el caballo de batalla para oponerse a la JEP, la reincorporación, la sustitución de cultivos, la reforma rural integral, la participación política y claro está, la implementación de los 6 puntos que componen el acuerdo de paz. 

Esta situación nos obliga preguntarnos por la estrategia de acción utilizada, tanto por opositores como defensores de las agendas de lucha, para ganarse la solidaridad y apropiación de sus demandas por parte de la sociedad en general, como también, qué tan coherente es el discurso de ambos grupos en el marco de una sociedad racional, pragmática y liberal-capitalista. Respondernos estas preguntas nos podría facilitar un poco la comprensión de las estrategias de acción y la identificación de las capacidades de lucha social, como también de legitimidad popular y alcance de los objetivos en disputa. 

Por otra parte, es pertinente traer a colación un aspecto poco discutido en los medios públicos, y es que las luchas sociales no se tramitan únicamente en un campo de acción como la calle o las redes sociales. Si bien, estos son importantes espacios de participación popular para ganar adeptos o detractores, la lucha social también se da en el campo de la política partidista, los estrados judiciales, las organizaciones internacionales como ONU, OEA, los gremios económicos locales, nacionales e internacionales como la banca, etc. Pareciera entonces que tanto los simpatizantes y detractores de las ´cuestiones` enunciadas, olvidaran estos espacios de poder enunciados y solo se centraran en las estériles discusiones de red social o fiesta familiar. Igualmente pareciera que algunos líderes olvidaran la necesidad de actualizar las estrategias de lucha para ganar la legitimidad social; algo que paradójicamente en Colombia logran los opositores de la modernización política y liberal capitalista. 

Creo que los éxitos del proceso de paz, las demandas indígenas y las peticiones estudiantiles estarán dadas por la capacidad de combinar las estrategias de acción política, la capacidad de leer las coyunturas con el objetivo de ganar la solidaridad popular y la coherencia entre las peticiones y el contexto económico de nuestra sociedad. No olvidemos que finalmente una lucha justa puede terminar siendo incoherente, si no madura con el tiempo y deja de ser consecuente con las transformaciones y nuevas demandas sociales.

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Comentarios de los usuarios

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