El marketing y el mercadeo han evolucionado con el paso de las generaciones los últimos
60 años, puesto que, las empresas han buscado adaptarse para lograr captar la atención del
público; una actividad siempre complicada, pero cuando las ideas calan, el éxito puede ser
rotundo.
Dentro de las industrias comerciales, es bien sabido que la música a parte de lucrativa y
rentable, es un negocio muy exigente para alcanzar la escena del mainstreaming, por eso
todos los días, los artistas que desean estar en dicha esfera musical, están constantemente
buscando estrategias para captar nuevos fanáticos y vivir el sueño de tener todo un estadio
coreando su nombre -por ejemplo-.
A pesar de lo difícil que pueda ser este camino, hay situaciones que no deben ser
justificables, la ridiculización de las personas; que raya la humillación, son las maneras
cuestionables sobre como algunos artistas logran alcanzar sus objetivos. Cuando
previamente “el actor” o los “extras” tienen conocimiento de la actividad que se quiere
realizar, naturalmente es una decisión enteramente personal, pero usar una masa de gente,
para exhibir su necesidad y desnudar parte de su alma, desconociendo los móviles que la
pueden llevar a herir a otro por una imprudencia, es actuar de manera desproporcionada e
inmoral.
La situación particular vista ayer en el centro de Pereira, ante los ojos del establecimiento,
es la muestra de la burla y la intención inequívoca de mostrar poder sobre aquellos
incautos, víctimas de una campaña publicitaria, que cuando menos, causo un alboroto por
los incrédulos, en una pequeña batalla por tomar lo que la suerte, la astucia y los demás le
permitieran.
Con lo anterior, no se pretende cuestionar el talento artístico de la banda, solo sus
amarillistas maneras de promocionar su música, más allá de que su próxima canción esta
titulada como “El dinero no es problema”, porque de ser así, las personas cercanas al hotel
desde donde fueron lanzado los billetes no hubiesen saltado como caballos desbocados a
recoger los despojos de la inconciencia de clase que de manera extravagante se jactan.
Por otro lado, si bien la música es una herramienta de expresión e identificación
cultural/personal, ha dejado de prevalecer el talento y el sentido para sobreponerse la
incoherencia y el consumo, donde solo “interesa el producto bruto”; por sordos sin alma
que diariamente dicen que escuchar. Los artistas deben ser reconocidos, así como a lo largo
de la historia, por su talento fuera de serie o por sus capacidades extraordinarias, no por su
apariencia o su capacidad para crear escándalos y así tener visibilidad.