En el cielo negro retumban los voladores, que con su ultimo aliento revientan
transformados en figuras multicolor, todos se abrazan, en el aire se percibe esa sensación
entre felicidad profunda e inmensa tristeza, canciones, fiesta, gozo, alcohol, cenas,
lagrimas, nostalgia, toda la atmosfera se torna una avalancha de emociones; sensaciones y
sabores. Nuestra tradición nos solicita al final de cada año festejar, agradecer, consolar,
acompañar y disfrutar con aquellos a quienes se consideran de nuestro profundo afecto.
Fue un año complicado de grandes luchas, en especial dentro del ámbito político de la
querida Perla del Otún, como es ya costumbre, las maquinarias salieron a las calles,
llovieron las soluciones inmediatas, hubo comida, café, cerveza, whisky, negocios,
matemática y ese largo etcétera de situaciones que las campañas políticas utilizan como
estrategias para ganar simpatizantes, ya que al final solo interesaba saber quién se iba a
posicionar como amo y señor de la capital risaraldense.
Así pues, el sistema democrático con sus vacíos y tropiezos, eligió, ahora la responsabilidad
del nuevo alcalde es demostrar con hechos, primero que todo, las propuestas con las que
convenció a los más de ochenta mil pereiranos de depositar en él y su equipo la confianza,
segundo, dejar en evidencia los problemas de la administración que le precede,
corrigiéndolos y demostrando como se deben hacer las cosas ante las cuales fue tan
acérrimo opositor y crítico, usándolos como bandera para su campaña política.
Por otro lado, la proyección de Pereira para este 2024 es positiva, el aumento del
presupuesto es evidencia de ello, la dificultad estará en no perder ese impulso para
convertirse en una de las capitales representativas del país, dada no solo su ubicación, sino
su clima, su gente, su tierra, sus fuentes hídricas y su oportunidad de expansión, además de
ser un sitio abierto a todo tipo de inversiones. Además, solucionar de inmediato, trabajando
en conjunto con la fuerza pública, el problema de la seguridad en el presente de la capital
risaraldense, una queja constante en todos los rincones de la ciudad, completar las obras
pendientes, y seguir proponiendo desarrollo y consolidarse como el mejor gobernante de las
ciudades con menos de quinientos mil un habitante (500.001). Lo bueno, hay tiempo para
trabajar, lo malo de todo esto, que quizá cuatro años sigan siendo poco para el desarrollo
que se espera de Pereira y su proyección.
Por ahora es incierto el destino, apenas empiezan a sonar las primeras campanadas de este
nuevo año, los despachos y las contrataciones empiezan a correr, para empezar a atender a
la sociedad que se mueve a un ritmo imparable con aires de gran ciudad, por lo pronto,
aunque el futuro es incierto, el panorama es esperanzador, puesto que en Pereira se ha
procurado recuperar y ganar prestigio a nivel nacional, algo que por el momento no debe de
cambiar.